Los millonarios de China presionados para compartir su riqueza. (Foto: Freepik)

China presiona a sus millonarios a través del plan Prosperidad Compartida

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El plan Prosperidad Compartida no es nuevo. Es una de las fases previstas en el plan macro de crecimiento que desde hace décadas se trazó el gobierno chino con el fin de impulsar el desarrollo del país.

A pesar de ser un gobierno comunista, es uno de los países con el peor índice de redistribución de la riqueza, advirtiéndose una profunda brecha entre ricos y pobres. El plan Prosperidad Compartida busca reducir esa brecha, de modo que todo el país en conjunto ascienda.

¿Igual que en Occidente?

En la actualidad, el 1 % más rico del país tiene casi el 31 % de la riqueza –en el 2000 llegaba al 21 %–, y en Estados Unidos el 1 % más rico posee aproximadamente el 35 %, según datos del Instituto de Investigación de Credit Suisse.

De modo que, más allá del impulso económico que se pretende dar a la economía con este plan, puede existir una preocupación por no parecerse a Occidente, a quien se acusa de egoísta e injusto en la repartición de la riqueza.

En los discursos es fundamental este ataque al bloque occidental, y el plan Prosperidad Compartida se perfila como un modo de generar progreso social.

Para el Partido Comunista Chino distribuir la riqueza de un modo más equitativo funcionará como un impulsor del poder adquisitivo, que a su vez impulsará la economía y disminuirá la dependencia china del conocimiento y el capital occidental.

Prosperidad compartida

En China hay alrededor de 1.000 milmillonarios (en 2020 había 1.033) que provienen de todos los ámbitos económicos, cifra que dobla la de hace 5 años y es superior a la cantidad de billonarios en Estados Unidos (696).

Tres de los más ricos de China (Pony Ma de Tencent, Robin Li Yanhong de Baidú y Jack Ma de Alibaba), si se juntaran sus fortunas personales, que no empresariales, ascendería la cantidad de 280.000 millones de dólares, y eso solo en el primer trimestre del año.

En 2020 China logró eliminar la pobreza rural extrema, y se encamina ahora hacia la segunda fase, que es lograr para el 2049 –fecha del centenario de la fundación de la República Popular– convertirse en un país altamente competitivo y desarrollado por igual en todos los sectores sociales y económicos, y en todas las regiones.

Esa es la raíz de la apelación a las grandes empresas a compartir una parte de sus ganancias personales.

Riesgos

Muchos funcionarios han pedido que se hagan cambios graduales para tranquilizar a los empresarios, asegurándoles que sus fortunas están a salvo. Algunos expertos señalan que Xi Jinping, el presidente, podría imponer impuestos a las herencias y ganancias de los más ricos.

Pero hacerlo sería un verdadero reto, ya que muchos que participan de las mayores riquezas están vinculados al poder, y además, podría generar malestar entre los chinos “normales” que han comprado una casa, por ejemplo, como inversión.

Sin embargo, en apariencia el plan tiene apoyo de la población. Y como última acotación, la frase “Prosperidad compartida” ya la usó Mao Zedong en los años 50 mientras se dirigía a la colectivización socialista previa al “Gran salto adelante” que resultó desastroso.

Es un cambio de perspectiva, pero sin duda define la capacidad de China de seguir el plan trazado.
 
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